Telares y fichas perforadas
Si la aplicación de la máquina de vapor de Watt a la industria textil fue uno de los factores decisivos de la primera revolución industrial, sería también en los telares donde se daría otro paso decisivo hacia la automaticación de los procesos de fabricación.
A partir de los trabajos previos de Basile Bouchon, Jean-Baptiste Falcon y el famoso inventor de autómatas mecánicos Jacques de Vaucanson, el tejedor lionés Joseph Marie Jacquard inventaría un telar revolucionario. En la pintura de la izquierda podemos ver a Jacquard compás en mano. Si miramos un poco más a la izquierda veremos un extraño aparato sobre el que se despliega un rollo de papel perforado. La invención de Jacquard consistió en utilizar fichas perfortadas para controlar la altura de los hilos de la urdimbre y hacer mucho más fácil el paso de la lanzadora con la trama.
Con este mecanismo, erroneamente llamado telar de Jacquard, pues en realidad su invención es algo que se le acopla al telar, bastaba cambiar el juego de fichas perforadas para cambiar el diseño de la tela resultante. Además, su mayor precisión permitió la confección de diseños mucho más complejos.
Sería del telar de Jacquard de donde Charles Babbage sacara la ida de utilizar fichas perforadas para introducir información en su máquina analítica. Más tarde, Herman Hollerith usaría las fichas perforadas para el procesamiento de datos. La empresa que creó acabaría convirtendose en IBM.
Si uno visita en Lyon la Maison des Canuts (foto drch.), aparte de escuchar interesantes informaciones sobre el mundo y el negocio de la seda, verá funcionando un telar con un mecanismo de Jacquard. Es posible que el guía, una vez que explique que los tejidos producidos de aquella manera eran adquiridos por gente de clase acomodada, añada que "durante la Revolución los clientes perdieron la cabeza”.
En la plaza de la Croix-Rousse de Lyon podemos ver otra representación de Jacquard, esta en forma de escultura. En el pedestal se lee en francés "A J. M. Jacquard, benefactor de los trabajadores de la seda". Y es que la patente de su invento pasó a la ciudad de Lyon, recibiendo él a cambio una pensión y una regalía por cada telar vendido. Sin embargo, su invento no fue muy bien recibido en un principio, porque los tejedores vieron peligrar sus puestos de trabajo por culpa de la nueva máquina.
Si ampliamos la imagen vemos que Jacquard lleva algo en su mano derecha: ¿una lanzadera de telar?
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