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Cola de golondrina y violonchelo

Aquí ciencia y arte se fusionan. En la superficie pictórica de esta obra surrealista de Salvador Dalí, la perfección casi abstracta se plasma con sutil economía en la fastuosidad del trazo simbólico. Los signos ubicados al centro y a la izquierda no dejan de evocarnos las maravillosas notas musicales, las efes ahusadas de los huecos de los violines, los caballitos de mar, el signo de la integral, etc. El dibujo de la parte central, que en apariencia nos parece el perfil de una copa con una gran S provista de líneas paralelas goteantes, es en realidad una superficie de catástrofes. Y es que en esta obra Dalí pone evidencia la gran influencia que tuvo, ya en las postrimerías de su vida, los estudios desarrollados por el matemático francés René Thom (1923-2002), un versado en topología, que como fundador de la Teoría de las catástrofes o de los cambios repentinos, describió la existencia de siete superficies de ruptura o de catástrofes, cuyos nombres abogan por la originalidad y lo excéntrico: el pliegue o flexión, el fruncido o cúspide, la cola de milano, el ombligo hiperbólico, el ombligo elíptico, la mariposa y el ombligo parabólico. La palabra catástrofe se aplica en este caso para designar puntos que producen saltos bruscos o discontinuidades en la forma o configuración de un sistema dinámico (la formación repentina de enjambres de saltamontes, el bramido de un terremoto, la duplicación de células cancerosas, etc.). Un ejemplo de “catástrofe”, en el sentido de Rene Thom, puede ser la rotura súbita de una pieza de metal bajo presión.

La Teoría de las catástrofes fue como una panacea que atrajo a muchos investigadores en la década de los setenta para tratar en forma matemática más expedita aquellos fenómenos naturales donde el cálculo diferencial no mostraba resultados satisfactorios.

Como sistema matemático resultó impráctico y, pronto, como era de esperar, se fue por lo mismo, a la catástrofe. En este sentido el compositor David Darling ha expresado, según cita Clifford A. Pickover en “El libro de las matemáticas“, lo siguiente:

“Muchos matemáticos se pasaron al estudio de la teoría de las catástrofes y durante un tiempo estuvo en boga, aunque no llegó a alcanzar el éxito de su hermana pequeña, la teoría del caos, debido a que falló en su promesa de proporcionar predicciones útiles”.

Y hablando de golondrinas, en especial de la golondrina macho, no deja de producir fascinación que bajo la hermosa envergadura de sus alas en pleno vuelo, se encuentre una no menos fascinante y funcional cola de forma triangular (véase figura de abajo).

José Javier Cuervo ha escrito al respecto lo siguiente:

“Según la teoría aerodinámica, la resistencia que produce la cola es proporcional a su área, pero la sustentación depende sólo de su anchura máxima continua. La máxima sustentación para una cierta resistencia se consigue con una cola que tiene forma triangular cuando se extiende 120º. Las partes apicales de las rectrices externas, que se encuentran fuera de dicho triángulo, aumentan la resistencia sin proporcionar sustentación, incrementando por tanto los costes de vuelo.”

P.S.: A mí, en particular, las efes en especular que ocupan la parte superior no dejan de sugerirme un extravagante bigote daliniano vencido por la fuerza de gravedad. Pienso, por otro lado, que la superficie de catástrofe representada en esta obra bien pudo parecer a Dalí una señal de los olímpicos para refrendar su muy consabida megalomanía, pues en una alegre coincidencia, la superficie parece plasmar las iniciales de su nombre: S y D.

 

 

Sin título. Cola de golondrina y violonchelo (Serie de las catástrofes). Salvador Dalí, 1983. Web:Fundación Gala-Salvador Dalí.

Bibliografía:

  • Wikipedia
  • Enciclopedia Encarta
  • El libro de las matemáticas, Clifford Pickover
  • José Javier Cuervo. Selección sexual versus selección natural: el ejemplo de la cola de golondrina

Artículo de Luis Gómez.

 
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